Javier Targhetta (Madrid, 1948) es ingeniero de minas por la Universidad Politécnica de Madrid y diplomado por IESE en Alta Dirección de la Empresa. Dirige desde 1990 la compañía española de extracción de cobre Atlantic Copper y es vicepresidente de su matriz norteamericana, Freeport-McMoRan. Antes de eso, pasó por el sector naviero como director general de Ruiz de Velasco y presidente de la Empresa Nacional Elcano hasta 1987.
Pregunta. ¿Cómo ve la situación del sector minero-metalúrgico en España?
Respuesta. La gran empresa ha sobrevivido bastante bien a la crisis económica. Esto se explica porque por el lado de las ventas hemos tenido que encontrar otros mercados que han sustituido al español, que se ha derrumbado por la caída en la construcción y la obra pública. Pese a ello, nos encontramos en un momento de salud bueno, pero con preocupaciones serias como la inestabilidad política. Otro problema es la competitividad de la empresa española industrial y metalúrgica respecto al resto del mundo. Aunque tenemos ejemplos elocuentes que nos deben llenar de orgullo —como el sector del automóvil—, no es así con el componente de la energía eléctrica, cuyo coste pesa mucho en la empresa metalúrgica.
- ¿Qué propone para aumentar la competitividad energética española?
- España tiene un mix de generación muy equilibrado –yo diría de los mejores del mundo–, pero eso no se traduce en una energía competitiva ni siquiera a nivel de mercado. Tenemos dos saltos no competitivos: el precio de mercado spot y del mercado de futuros por un lado y la parte regulada por otro. Al añadirse a la desventaja competitiva del mercado eléctrico español, el precio resultante coloca a la empresa española industrial en desventaja frente a Francia o Alemania. Tenemos una energía del orden del 50% más cara que la alemana y del 20% con respecto a Francia.
- En este contexto, ¿qué papel debería jugar el fracking?
- El fracking proporciona una fuente interesantísima de energía potencial que debería ser objeto de apoyo, como en EE UU. Allí es una realidad desde hace 40 años y ha supuesto la irrupción de 5 millones de barriles en cinco años sobre una producción mundial de unos 94 millones. El impacto ha sido muy grande y una razón importantísima para la caída de los precios del petróleo y su ventaja para los consumidores de energía.
- Por tanto, ¿la solución al problema energético español pasa por el fracking?
- En parte sí. Hay estimaciones por las que en Europa podría haber yacimientos de gas y petróleo de esquistos –extraíbles por la tecnología fracking– que reducirían la dependencia energética exterior. El fracking ha sido atacado por atribuirle contaminación de acuíferos y generación de pequeños sismos. Se han realizado estudios tremendamente extensivos e intensivos en estos dos terrenos y se ha demostrado que en EE UU no ha habido ni un solo caso de ello. Son dos acusaciones gratuitas.
- ¿Niega el impacto medioambiental del fracking?
- Cada caso debe estudiarse y determinar si existe riesgo para la población. En caso de existir riesgo, no debe explorarse ni explotarse. En caso de no existir, no veo razón para no hacerlo.
- ¿Es compatible esta mejora en la competitividad energética con los objetivos de la Cumbre del Clima?
- Perfectamente compatibles. Nosotros sostenemos que la industria en general, y la metalurgia en concreto, no tiene por qué ser un lastre para los objetivos de la cumbre climática de París. Y no se deben utilizar de ninguna manera las iniciativas de las cumbres medioambientales como una amenaza. La prioridad de un medioambiente sano es irrenunciable.
- ¿Cómo salvar otro salto competitivo como el encarecimiento de la mano de obra sobre la de China o India?
- Con productividad y tecnología. La UE tiene que hacer una labor de negociación con otros países para la implantación de normas tan respetuosas para el medioambiente como las europeas. Y, mientras tanto, se deben evitar fenómenos como la fuga de carbono para que las industrias europeas no se trasladen a países sin exigencias de CO2.
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