Fuente: Cinco Días
La recuperación de la economía estadounidense, sin un compromiso de sus dirigentes a favor del medio ambiente, está perforando el Acuerdo de París. Después de tres años consecutivos en los que las emisiones mundiales de CO2 se habían mantenido estables, en 2018 se dispararon un 2%, duplicando la media de la última década, según un informe de BP.
El estudio achaca el repunte al aumento de la demanda de energía, que creció un 2,9%, casi el doble que el promedio de la última década (1,7%), lo que a su vez estuvo asociado a la pujanza de la economía estadounidense, que se coló entre China e India como el segundo mayor responsable del tirón del consumo energético. Así, EE UU contribuyó con el 20% del incremento de la demanda, mientras que China supuso el 34% e India, el 15%.
La meteorología también hizo su parte. El número de días de calor y frío extremos fue en 2018 el más alto del que se tiene constancia desde que la ciencia empezó a llevar la cuenta en los años cincuenta. Esos días, millones de rusos, chinos y americanos ponen a tope el aire acondicionado o la calefacción, agravando el cambio climático y metiendo al planeta en un círculo vicioso.
En medio de este desbarajuste, las renovables solo fueron capaces de cubrir el 25% de la demanda. Del otro 75% se encargaron los combustibles fósiles, que siguen dominando el mix energético con una cuota del 85%. Entre ellos, manda el petróleo, con un peso del 34%, seguido por el carbón (27%) y el gas natural (24%).
A pesar del sube y baja experimentado el año pasado por el precio del petróleo, la demanda creció en 1,4 millones de barriles diarios impulsada como ya es costumbre por China (700.000 b/d) e India (300.000) y EE UU como novedad (500.000): en 10 años, su consumo de petróleo no había crecido tanto como en 2018.
Una nota inquietante es que la mitad del aumento de la demanda global de petróleo se concentra en petroquímicos como el etano, GLP y nafta, es decir, derivados que no se usan para generar energía sino para producir componentes de ordenadores, móviles o coches.
“El Acuerdo de París no se va a cumplir ni de casualidad. Lo sabe todo el mundo desde que finalizó la cumbre en diciembre de 2015”, dice Juan Carlos Higueras, profesor de análisis económico y finanzas de EAE Business School. Su pesimismo se sostiene en la renuencia del presidente Trump a apoyar el pacto. “Sin el consenso de las grandes potencias, se quedará en una carta de intenciones”, advierte.