Fuente: Cinco Días
Está de viaje, en Madrid, y su móvil se queda sin batería. Una tragedia para muchos. Pero un aerogenerador urbano pequeño, de no más de dos metros, lo más parecido a un ventilador portátil, le salva la vida. En España esto aún no sucede, pero en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, la Casa de Suiza, un espacio cultural instalado para la ocasión en la laguna Rodrigo Freitas, colocó uno para calmar la angustia de sus visitantes.
“El potencial de la minieólica es enorme”, afirma Juan de Dios, director general de la compañía Bornay, con 47 años de experiencia en este negocio. Esta empresa produce 800 unidades anuales para viviendas a las que no llega la red eléctrica (África, Sudamérica), bases militares de investigación, torres de telecomunicaciones y bombeo de agua para explotaciones agrícolas. El 40% de su facturación, de unos 4,6 millones de euros y con previsiones de alcanzar los 6 millones en 2017, proviene del exterior. Por eso decidieron abrir este año una filial en EE UU. “Hay estados que están apostando por las renovables y dan apoyo financiero flexible y exenciones de impuestos ligadas a las inversiones”, dice.
Trabas administrativas
¿Qué sucede en España? “Estamos ligados a decisiones políticas, a una regulación que no llega”, lamenta. El directivo se refiere a la reforma de 2013, que penalizó las fuentes verdes y el autoconsumo, pese a ser una de las recetas europeas contra los combustibles fósiles. Además de las dificultades administrativas, “la normativa dice que en tres meses puedes tener una instalación funcionando, pero la realidad es que, tras un año y medio, sigues dando tumbos en la Administración y entre una compañía y otra”, critica.
El plan estratégico de energías renovables 2011-2020 contempla la instalación de 20.000 unidades de minieólica anuales de entre 1,5 y 3 kilovatios (kW) a partir de 2015. Hoy, “se pueden contar con los dedos de las manos”, ironiza De Dios.
Julio Amador, director del Máster de Energías Renovables y Medio Ambiente de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), calcula cerca de 9.000 unidades instaladas en España. “Es una tecnología que crece paulatinamente, al partir de cifras muy bajas”, comenta.
“Su desarrollo es muy limitado, se estima una potencia instalada menor a 10 megavatios que, frente a los más de 20.000 megavatios de la gran eólica, da una idea de la diferencia de implantación en el país”, apunta Joaquín Chico, senior manager de Deloitte. La Asociación de Empresas de Energías Renovables cifra el aporte del sector en 22,25 millones al PIB y unos 300 empleos.
En el mundo hay casi un millón de unidades instaladas, con una potencia de más de 800 megavatios. China, EE UU y Reino Unido dominan el mercado, aunque en Europa destacan también Alemania, Italia y España, según un informe de World Wind Energy Association. Esta industria crecerá un 20% de 2016 a 2022, prevé la firma de investigación Research and Markets.
Otras barreras
El coste de fabricación es otra dificultad. Su escaso desarrollo hace que pierda atractivo. “Estamos en un bucle: no hay demanda, mercado ni industrialización”, apunta Juan de Dios, de Bornay.
FUTURO URBANO