Fuente: Cinco Días
La demanda global de energía se hundirá a niveles de hace 70 años por el parón de actividad derivado de la crisis del Covid-19. Los analistas prevén más daño en el sector petrolero que en el eléctrico o el del gas.
Un sector vital durante el confinamiento. Que ha trasladado todos sus vatios de potencia a los hogares, convertidos en centros de trabajo a distancia. Que ha inyectado su energía a los hospitales, para mantener sus constantes vitales en el pico de la pandemia (marzo-abril), y su combustible al transporte de mercancías, para asegurar el abastecimiento de medicinas y alimentos. Pero que ha sufrido, a la vez, de manera significativa, los efectos del coronavirus.
Un informe de abril de la Agencia Internacional de la Energía recoge que la demanda global de energía se desplomó un 3,8% en el primer trimestre del año, especialmente en marzo, cuando se impuso la cuarentena en Europa y Norteamérica. Incluso, la caída media semanal fue del 25% en los países que se confinaron por completo y del 18% en los que se aislaron de forma parcial.
Por tecnologías, resaltan los descensos en el carbón, del 8%, por la menor actividad en China (origen de la pandemia y la primera en cerrar una provincia, Hubei), y la disminución de los precios del petróleo, casi un 5%, por el recorte de la movilidad aérea y terrestre –que suponen el 60% del consumo mundial de crudo–; del gas, un 2%, y de la electricidad, el 20%, debido al parón de la industria y el comercio. Solo se salvan las renovables, aún en positivo.
Pero la previsión para 2020 no es halagüeña. El organismo calcula un derrumbe del 6% –equivalente a la demanda anual de energía de Francia, Alemania, Italia y Reino Unido juntos–, el peor dato en 70 años y con un impacto, dicen, que puede ser siete veces mayor al provocado por la crisis de financiera de 2008. El resultado es un entorno de precios bajos, menos consumo, retraso en los proyectos e inversiones y daño en las cuentas empresariales (mayor en las petroleras que en las eléctricas y gasistas, según los analistas).
“La reducción de la demanda de luz y gas ha superado el 20% en los días más duros del confinamiento, y esperamos que en bases anuales alcance el entorno del 10%. En el caso de los productos petrolíferos, el efecto ha sido muy superior, por las limitaciones de movilidad de personas y mercancías, habiendo llegado al 40%-50% en el de las gasolinas y diésel, y al 80%-90% en el del queroseno de aviación; la previsión es una tasa anual del 20% y el 40%, respectivamente”, señalan Felipe Requejo, socio global de power & utilities en España de Deloitte, y Alberto Amores, socio responsable de la práctica de energía de Monitor Deloitte. La generación tampoco escapa al contagio, nucleares incluidas, avisan.
“La pandemia ha supuesto la práctica paralización de la instalación de nuevos puntos de carga para coches eléctricos, perforaciones y pozos de crudo (o cierre de algunos de esquisto al no ser rentables) y las inversiones no críticas y proyectos en vía en distribución”, añade Luis Fernando Utrera, subdirector del Máster en Bolsa y Mercados Financieros del IEB. Además del atraso en el suministro de componentes renovables (paneles solares, turbinas eólicas y baterías) al resto del mundo y el incumplimiento de plazos para la instalación de equipos tras convertirse en enero China, el principal productor mundial de tecnologías limpias, en epicentro de la epidemia. Y unos precios de petróleo y electricidad que llegaron a cotizarse en negativo en el mercado en abril y mayo.