La producción estadounidense de petróleo supera ya a las importaciones y en cinco años será la primera del mundo, por delante de Rusia.
Más que en el conflicto sirio, las negociaciones nucleares con Irán o la expansión marítima de China, es en Dakota del Norte y Texas donde se está operando el mayor cambio geopolítico de esta década. La técnica de la fracturación hidráulica o «fracking», que permite extraer hidrocarburos atrapados entre rocas, ha convertido ya a Estados Unidos en el primer productor de gas del mundo.
Hacia 2019, EE.UU. será el máximo productor de petróleo del planeta, por delante de Rusia, a la que pasará este año, y de Arabia Saudí. Para 2035 habrá alcanzado la independencia energética (su dependencia es hoy del 75%). Con ello presumiblemente disminuirá su interés estratégico en Oriente Medio y podrá ayudar a que la Unión Europea esté menos expuesta al juego de Moscú, como destacaba el último informe geoestratégico del «think-tank» de la CIA.
Esto sucede cuando muchos pronosticaban que «el mundo se aproximaba rápidamente a un punto de máxima producción de petróleo, y avisaban de una crisis sin precedentes en el horizonte», escribe Daniel Yergin, autor de un reciente libro («The Quest») sobre cómo la energía está cambiando los presupuestos estratégicos mundiales.
Las cifras son incontestables. A finales del año pasado, la producción de petróleo estadounidense alcanzó los 7,74 millones de barriles diarios, superando por primera vez en mucho tiempo las importaciones de crudo. Estados Unidos, que es el mayor consumidor de petróleo del mundo, tuvo su pico de producción en 1970, con 9,6 millones de barriles diarios. Desde entonces la cifra fue disminuyendo hasta bajar a los 5 millones en 2008. Entonces la experimentación del «fracking» comenzó a estar madura y la crisis económica, que llevó a un alza de precios del crudo, hizo rentable la nueva tecnología, basada en una extracción horizontal que fractura las rocas para atrapar el hidrocarburo atrapado entre ellas.
Desde 2008, la producción de petróleo con ese sistema en Estados Unidos ha crecido de 600.000 a 3,5 millones de barriles diarios. Eso ha supuesto un incremento de la producción total en un 30%. En 2012, EE.UU. extrajo 8,9 millones de barriles diarios, acercándose a los 10,6 millones de Rusia y los 11,5 millones de Arabia Saudí. De aquí a 2020, el petróleo y el gas pizarra permitirán un aumento del PIB de entre un 2% y un 4%.
Para 2020 el «boom» energético de este método no convencional habrá creado 1,7 millones de puestos de trabajo en EE.UU., según estimación de la consultora McKinsey. Dakota del Norte, que es junto con Texas donde existe una mayor aplicación del «fracking», utilizado también en otros estados, tiene el nivel de paro más bajo de todo el país: solo un 3%.
El «fracking» también ha transformado la producción eléctrica, con el uso creciente del gas natural para la generación de energía en las centrales eléctricas. De acuerdo con la consultora energética IHS, la centrales de gas producirán el 33% de la electricidad nacional en 2020, comparado con el 21% actual. También el gas está alimentando un mayor número de plantas industriales. Todo esto ocurre gracias al abaratamiento del precio del gas en EE.UU., que es tres veces menor de lo que paga la industria europea. Ello permitirá que además de los empleos dedicados a su extracción, el gas soporte también medio millón de puestos de trabajo en la industria de transformación hacia 2025.
La suficiencia energética también viene acelerada por el menor consumo de combustible por parte del parque automovilístico. De las cadenas de montaje de la industria del automóvil están saliendo modelos con un consumo más eficiente, lo que ha llevado a algunos analistas, como el citado Daniel Yergin, a predecir que el petróleo alcanzará un tope en el mundo, pero no motivado por la falta de pozos o reservas, sino por un declive del consumo. «The Economist» profundizaba en este asunto hace unos meses, y aventuraba que comenzará un descenso de consumo global hacia 2030 ó 2040. De los 90 millones de barriles al día que hoy se producen en el mundo se llegará en ese horizonte a los 104 ó 113 millones, empujado por los países hoy emergentes y en desarrollo. Para entonces estos también comenzarán a necesitar menos combustible.
Al acercarse a la independencia energética, EE.UU. está relajando sus restricciones de exportación de energía. Lo ha hecho en el mercado gasístico, pero aún mantiene grandes restricciones en la exportación de petróleo, lo que es herencia de la crisis de mediados de la década de 1970, a partir de la cual el país optó por asegurar sus reservas mientras que compraba crudo a otros productores.
No todo, sin embargo, es viento de cara para EE.UU. La industria del «fracking» no tiene un futuro asegurado. Si el precio del barril desciende por debajo de 80 dólares el barril, los márgenes de beneficio comenzarían a ser escasos para la extracción de petróleo pizarra. Además, los pozos explotados con esta nueva técnica tienen un declive más rápido que los explotados de modo convencional. Pero las compañías de «fracking» advierten que su tecnología también está progresando y que los dos inconvenientes mencionados pueden perder importancia en los próximos años.