Alemania ha hecho un dramático llamamiento a Suecia para que le ayude con un dilema energético que amenaza a la mayor economía del Europa en su intento por cambiar la energía nuclear y los carburantes fósiles por energías renovables.
Sigmar Gabriel, el vicecanciller de Alemania, advirtió al primer ministro de Suecia, Stefan Löfven, el mes pasado de que si la eléctrica estatal sueca Vattenfall desechaba sus planes para ampliar dos minas de carbón al noreste de Alemania, esto tendría “graves consecuencias” para el suministro eléctrico y para el empleo.
La intervención supone un claro signo de los retos que afronta Alemania en su ambicioso plan para dar el paso a las energías renovables –el denominado Energiewende.
Bajo esa política, Alemania pretende obtener el 80% de su electricidad de fuentes limpias en el año 2050. Dentro de ese plan, cerrará todas sus centrales nucleares en 2022.
Pero Berlín está compensando la falta de electricidad causada por la retirada paulatina de la energía nuclear generándola mediante carbón –el carburante fósil más contaminante. El año pasado, la producción alemana de electricidad mediante lignito o carbón marrón, una clase especialmente contaminante de ese combustible, alcanzó su nivel más alto desde 1990.
La fuerte dependencia alemana del carbón ha hecho que el país tenga problemas para cumplir sus objetivos de recortes de emisiones de gases de efecto invernadero. Por otra parte, los elevados recargos en las facturas por la energía renovable hacen que los precios que los hogares pagan por la electricidad sean unos de los más altos de Europa.
El gabinete de Angela Merkel se reunirá la semana que viene para discutir la posibilidad de detener temporalmente la actividad de algunas centrales eléctricas de carbón para ayudar al país a cumplir sus objetivos de emisiones de CO2.
Pero las presiones de Berlín a Estocolmo ponen de relieve la opinión de algunos miembros del Gobierno alemán de que la generación de electricidad mediante el carbón es vital para la seguridad del suministro eléctrico del país.
En una carta escrita el mes pasado a Löfven y a la que ha tenido acceso Financial Times, Gabriel aseguraba que la inversión continua de Vattenfall en dos minas de lignito en Brandemburgo y Sajonia que suministran carbón a centrales eléctricas cercanas “sería importante para mí personalmente” y añadía “agradecería que pudiera usar su influencia para hacer que eso suceda”.
Gabriel, que también es el ministro de Finanzas de Alemania, mandó la carta tras la victoria del Gobierno de coalición de centro izquierda de Löfven en unas elecciones en el mes de septiembre en las que el impacto de las operaciones alemanas de Vattenfall sobre el cambio climático fue un tema destacado.
Pero la intervención no detuvo a Vattenfall. Magnus Hall, su nuevo consejero delegado, anunció el 30 de octubre que la eléctrica pondría a la venta sus activos de minería de lignito y de generación en Alemania.
“Tenemos una estrategia clara para reducir nuestra exposición al CO2 y para transformar nuestro negocio en una cartera con más presencia de renovables”, anunció Hall en un comunicado.