Fuente: El Periodico de la Energía
España, junto al resto de Estados miembros de la Unión Europea, se encuentra en un proceso de transición hacia una economía de bajas emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). El objetivo es que, en 2050, Europa haya reducido sus emisiones de GEI entre un 80% y un 95% respecto a las emisiones de 1990, lo que se traduce en unas emisiones de entre 14 y 57 millones de toneladas de CO2. Dadas las dificultades en la descarbonización de sectores no energéticos, es evidente que este objetivo implica la casi completa descarbonización del sector energético, que se encuentra en una senda firme de reducción, siendo la duda el ritmo concreto al que tendrá lugar.
Tres directivos del Departamento de Regulación de Endesa –Julián Barquín Gil, Eduardo Moreda Díaz y Juan José Alba Ríos– escribieron un artículo para Cuadernos de la Energía, de Enerclub, bajo el título La seguridad de suministro eléctrico durante la transición energética. En él desarrollan lo que a su juicio debería ser la hoja de ruta de la transición energética española, que tratamos de sintetizar por su interés.
El problema actual, en opinión de los autores del informe, y de manera aún mayor en el futuro, radica en la reducción de emisiones en el resto de los sectores energéticos. “Las palancas para actuar son principalmente dos. Una es una mayor eficiencia, especialmente en los usos finales de la energía. La segunda es la electrificación del sistema energético”, aprovechando las bajas emisiones actuales del sector y las aún menores futuras. Adicionalmente, el uso de electricidad es, con pocas excepciones, más eficiente que el de vectores alternativos. Y es importante señalar que el principal responsable actual de las emisiones de GEI no es la generación eléctrica, sino el transporte, y más específicamente el transporte por carretera .
La estrategia ganadora pasa, a su entender, por una profunda electrificación del sector energético, apoyándose en un mix de generación descarbonizado. Algo en lo que España ha avanzado considerablemente. En el primer semestre de 2018, la producción peninsular española de electricidad sin emisiones GEI supuso el 67,5 del total (16,9% hidráulica, 28,9% otra renovable, 20,6% nuclear).
Para cumplir los objetivos se necesita pasar en el largo plazo a un sistema sin emisiones GEI en un 95%, es decir, un incremento de más de 27,5 puntos porcentuales en la cuota de la generación sin emisiones sobre el total de la generación, ya que conforme se incremente la electrificación lo hará también la demanda de electricidad, y este incremento será esencialmente renovable y, por tanto las fuentes intermitentes serán hegemónicas.
La gestión de este sistema será, como es lógico, muy diferente al sistema tradicional, y en él, la generación distribuida (y en especial la fotovoltaica) y el almacenamiento distribuido (muy ligado a la penetración del coche eléctrico) posibilitan e incentivan que los consumidores se comporten de forma sofisticada e incluso generen energía para ellos y para el sistema en general.
El cambio de sistema, en opinión de los autores del informe, necesita de acciones principalmente en cuatro áreas: operación de las renovables, gestión de la demanda, almacenamiento y generación despachable