El shale gas, o gas no convencional, es uno de los fenómenos energéticos más prometedores que está en auge en la actualidad, pero también uno de los que mayores retos financieros, técnicos y medioambientales afronta.
Aunque esta forma de energía tiene muchos defensores, tampoco faltan detractores. En pleno debate social y político sobre esta tecnología, el sector aboga por encontrar fórmulas que permitan hacer del shale gas una forma de energía sostenible desde el punto de vista social, económico y medioambiental. Ésa es una de las conclusiones de la jornada celebrada el 28 de noviembre por EXPANSIÓN, en colaboración con Enagás, bajo el título Shale Gas, una energía a debate. Otro panorama El presidente de Enagás, Antonio Llardén, explicó los distintos impactos económicos del shale gas por continente, detallando cómo ha contribuido a la reactivación de mercados, como el norteamericano, mientras en Europa sigue habiendo mayor presión en los precios energéticos.
Llardén explicó que el shale gas ha generado un debate con muchos puntos de vista, aunque, de alguna forma, el presidente de Enagás quitó hierro a las críticas diciendo que “ninguna fuente de energía es perfecta”. En la jornada, que contó con la presencia de Giampaolo Zambeletti, vicepresidente de Unidad Editorial, y de Ana I. Pereda, directora de EXPANSIÓN, intervino un nutrido grupo de expertos en el sector gasista. Además, asistieron destacadas personalidades del mundo energético, como Maite Costa, expresidente de la Comisión de Energía, y José Sierra, exconsejero del antiguo órgano de regulación del sector. También acudieron distintos directivos de primer nivel, como los primeros ejecutivos de GDF Suez, Loreto Ordoñez, y de Cepsa, Pedro Miró. Debate Tras la intervención de Llardén, se generó un intenso debate. Capella Festa, experta de la Agencia Internacional de la Energía, comentó que uno de los principales motores que va a condicionar el futuro del shale gas es el crecimiento de la demanda de energía de aquí a los próximos veinte años, “un periodo en el que se triplicará”. Festa desmontó algunos mitos y explicó que, a diferencia de lo que se suele pensar, no son Estados Unidos, Japón o China los mayores impulsores del crecimiento de la demanda, sino Oriente Próximo en términos relativos.
Las proyecciones de la Agencia Internacional de la Energía apuntan a que, en 2035, “en países energéticamente muy potentes, como EEUU, el gas no convencional representará el doble que el convencional”. A pesar de las grandes expectativas, Festa no ocultó los inconvenientes e incidió en las críticas que está sufriendo el shale gas en el terreno medioambiental. Toneladas de arena Un pozo típico de gas necesita 15.000 toneladas de arena y 150.000 metros cúbicos de agua (equivalente a 5.000 camiones cisterna) para ponerse en producción.
El gran reto de este sector no es tanto la tecnología, “sino el hecho de manejar la logística que supone todo eso, y hacerla eficientemente”. Festa propuso lo que en el sector se empieza a conocer como las reglas de oro (golden rules) para el shale gas y que obligan no sólo a la eficiencia técnica y económica, sino también medioambiental y social. Para la experta de la Agencia Internacional de la Energía, un operador no debe tener sólo una licencia administrativa para perforar, sino algo más intangible que ella llama “licencia social”. La nueva frontera Los hidrocarburos no convencionales (shale gas o shale oil) son la nueva frontera energética. No son distintos del gas o del petróleo convencionales. Lo que cambia es la forma en la que se extraen. Los hicrocarburos convencionales están en bolsas, o reservorios. Basta perforar para sacarlos. Los no convencionales se encuentran en los poros de las rocas. Se sabe que están ahí desde hace décadas. Para su extracción, se fractura la rocas (fracking) con agua, arena y disolventes a presión. La revolución técnica en los últimos años es lo que ha hecho posible el shale.