Fuente: El Economista
El 2016 no será recordado precisamente por ser el mejor año para quienes invierten en activos basados en carbón, pues éstos se han visto arrastrados por el desplome generalizado de las materias primas. Claro que quienes invirtieran en solar pensando en la estrategia opuesta quizá se hayan equivocado también: las acciones de compañías fotovoltaicas se han desplomado ya más que las del mineral.
La culpa la tiene la falta de confianza de los inversores en un sector que parece haber sido poco riguroso a la hora de calcular cuándo endeudarse. SunEdison, la mayor empresa de renovables del planeta, está en quiebra. Yingli Green Energy Holding, tiempo atrás la mayor fabricante de paneles solares del mundo, advierte de que está al borde del impago. Y ahora SolarCity, la instaladora de fotovoltaica más grande de Estados Unidos, recorta sus previsiones de actividad por tercera vez en siete meses.
No son excepciones. Un índice de Bloomberg elaborado a partir del comportamiento de las mayores 20 empresas del sector demuestra que su valoración en el mercado se ha hundido un 30% en lo que va de año.
¿Qué esta pasando?
La culpa no la tiene la falta de demanda, que es mayor que nunca. Los consumidores y los estados se han puesto de acuerdo en apoyar la energía solar y la potencia instalada no deja de crecer en todo el planeta. Pero los inversores no se fían y creen que las empresas que se han hecho de oro a la sombra de este boom han sido demasiado agresivas al financiar su expansión acelerada con más deuda de la que pueden digerir.
«Tiene más que ver con la percepción que con los fundamentales, porque éstos no dejan de mejorar», explica Angelo Zino, analista de S&P Global Market Intelligence. Carl Weatherley-White, antiguo presidente de Lightbeam Electric añade: «Los inversores han perdido un montón de dinero con SunEdison y están nerviosos. Tendremos que ver uno o dos trimestres con buenos resultados en las compañías cotizadas (para recuperar la confianza).
La tranquilidad no llegará al mercado, sin embargo, hasta que casos como el de SolarCity no dejen de sembrar confusión y enviar ondas de choque. El lunes, la compañía fundada por los cuñados del multiemprendedor Elon Musk, dejaba claro que no crece tan rápido como desea y eso, en una compañía que basa su rentabilidad en el nominal y no en el dividendo, equivale a decirle a los inversores que no van a ganar lo que esperaban.
SolarCity hace frente a una estructura de liquidez en la que los números apenas cuadran. Inició su actividad en 2010 y hasta 2013 el flujo de caja era positivo. Pero en 2014 la fiebre solar le pasó factura y pese a instalar equipos por una potencia total de 500 megavatios, se dejó 200 millones de efectivo. En 2015 la situación se agravó aún más y tras instalar 900 megavatios, el flujo de caja negativo fue de 800 millones de dólares.
En una situación así, SolarCity ha decidido acelerar la máquina y calculan -tras recortar sus previsiones iniciales- que instalarán «sólo» un gigavatio de potencia con un objetivo: que el flujo de caja sea positivo al terminar el año.