Dentro de los pasos que España está dando con objeto de alinearse con las políticas comunitarias en materia de energía, la implantación de la etiqueta energética para las viviendas forma parte de las medidas en las que se está avanzando.
Todas las viviendas en venta o alquiler en las ciudades de nuestro país deberán tener a medio plazo una etiqueta energética, pero este requisito no obligará a hacer reformas o rehabilitaciones en el inmueble para cumplir unos determinados estándares de eficiencia energética.
En la actualidad, la certificación energética está pendiente de la aprobación de un real decreto del Ministerio de Industria, Energía y Turismo cuyo periodo de consulta pública ya ha finalizado. Una vez aprobado, dicha certificación tendrá una validez «máxima» de diez años y afectará a todos los edificios objeto de venta, compra o alquiler, según uno de sus últimos borradores.
«En el plazo de cinco o diez años», la práctica totalidad del parque inmobiliario español tendrá esta etiqueta (con una calificación que irá desde la A hasta la G, dependiendo del estado del inmueble en cuestión), tal y como ha revelado recientemente el director de Energética Edificatoria del Centro Nacional de Energías Renovables (Cener), Florencio Manteca, en una entrevista concedida con motivo del Día Mundial de la Eficiencia Energética.
Por su parte, los profesionales de diversos colectivos tales como arquitectos y aparejadores confían en que la aprobación de la norma tenga lugar en breve, porque supondrá un importante nicho de empleo y ello, a su vez, puede influir a la baja en el precio de la etiqueta (en torno a 200 o 300 euros).
Para hacer la certificación hay dos herramientas oficiales, una de ellas desarrollada por la UTE (Unión Temporal de Empresas) Cener-Miyabi, totalmente gratuita y abierta. Según Florencio Manteca, la cuestión está interesando mucho más a los promotores que a los consumidores y, de hecho, un gran número de nuevos edificios posee ya la máxima calificación A en Navarra, donde se ubica el Cener.
El objetivo final en la Unión Europea es reducir el consumo de energía del parque inmobiliario, que ocupa el tercer lugar en la demanda energética, después del transporte y la industria. A medio plazo, «una parte importante» de los millones de hogares españoles estará certificada, pero ello no obligará a cumplir con ningún estándar o a acometer reformas, aunque «sea la vivienda más ineficiente del mundo».
En el caso de los edificios existentes, el gran problema es cómo convencer a los propietarios de la necesidad de una «rehabilitación energética», más aún en la actual situación de crisis. Una de las posibles vías es hacer entender que, aparte de un pequeño ahorro de consumo de energía, la propiedad se revaloriza y se alarga su vida, añade Manteca.
Apostar por la eficiencia energética puede conllevar unos ahorros de hasta el 50% en el consumo de energía, según ha revelado Andrés Cadenas, jefe del departamento de apoyo a la construcción de Red Eléctrica, que apuesta por la certificación energética de sus nuevos centros de operación y mantenimiento. Para ello, se ha tenido en cuenta desde la orientación de las fachadas principales —la óptima es norte-sur—, hasta las luminarias y los suelos térmicos, entre otros.
Como ejemplo, el primer edificio acondicionado por REE para cumplir con estándares de eficiencia energética fue el situado en Sanlúcar La Mayor (Sevilla), donde en 2012 se logró reducir en un 11 % la demanda de calefacción y en un 26,6 % la de refrigeración gracias al cambio de la orientación de la fachada respecto a la planeada inicialmente. Según el técnico, lo más relevante en cuestiones de eficiencia es mantener la temperatura interior del edificio, de ahí la importancia del «puente térmico» (zonas por donde se fuga el calor, localizadas donde hay más conductividad térmica, por ejemplo, cerca de ventanas).
Por su parte, los integrantes de la Asociación para la Calidad en la Edificación (Asece) afirman que han recibido más de 15.000 solicitudes de propietarios para certificar sus casas hasta la fecha.