Fuente: Expansión
Las centrales de carbón y nucleares crean un problema político, técnico y económico: todas entran en edad de jubilación entre 2019 y 2028 sin que haya un plan concreto de cierre o para extender su vida útil.
A partir de 2019, y hasta 2028, entran en edad de jubilación decenas de centrales tradicionales de producción eléctrica en España. En apenas nueve años, cumplen su vida útil todas las nucleares y todas las centrales de carbón, según datos de un informe que Unesa, la patronal del sector, elaboró hace tiempo para resaltar el enorme reto al que se enfrentaría España a medio plazo. Ese desafío ha llegado.
Hasta ahora, España había ido abordando, con mayor o menor algarabía política o polémica social, el cierre puntual de algunas centrales, como la nuclear de Garoña. Pero aquella clausura, que generó un brusco enfrentamiento a todos los niveles, no es nada comparado con el problema que se avecina.
En total, se deberían clausurar una veintena de instalaciones, con cerca de treinta grandes grupos generadores de electricidad. Algunas centrales tienen dos o más turbinas, como las nucleares de Almaraz, en Cáceres, o Ascó, en Tarragona, cada una con dos reactores. Lo mismo les ocurre a las mayores centrales de carbón en España, como la de Aboño, en Asturias, o la de Compostilla, en León.
Comarcas enteras
Son verdaderos gigantes industriales que tiran de la economía de comarcas enteras. A partir del próximo año les llega la edad de jubilación a centrales que suman 10.004 megavatios (MW) de potencia instalada de carbón, y 7.117 MW de nucleares. Es un 9,6% de los 104.205 MW que están funcionando en la actualidad. En términos de potencia instalada, el retiro de esas instalaciones es una cifra relativamente asumible.
España afronta la jubilación de centrales construidas de forma masiva tras el ‘boom’ de los 60
El problema es que, aunque nucleares y carbón son solo el 16% de la potencia instalada, siguen siendo las que más producen. En concreto, la nuclear cubrió el 21% de la demanda eléctrica en 2017. El carbón cubrió el 17% del consumo de luz, casi cinco veces más que la fotovoltaica. Al carbón sólo le supera la hidráulica o la eólica, aunque sólo en aquellos años en los que llueve mucho o hay mucho viento. Proceder a un apagón eléctrico del carbón y de las nucleares sin un plan alternativo que cubra el hueco que pueden dejar es una temeridad. Las renovables producen electricidad de forma intermitente. Recurrir a las centrales de ciclo combinado de gas encarecería el recibo de luz.
‘Baby boom’ eléctrico
España tiene, desde el punto de vista eléctrico, un problema equivalente al que le está provocando el envejecimiento de su población. Ahora se tienen que jubilar de forma masiva las centrales nacidas con el baby boom económico de la década de los años 60. El desarrollismo de aquellos años disparó el consumo de luz, que se tuvo que acompañar con la instalación masiva de centrales. Entonces, la tecnología disponible más barata o de moda era el carbón y la nuclear. La vida útil de las centrales está abierta a debate. Las centrales eléctricas son como las personas. La edad de jubilación es un derecho, no una obligación. Pueden seguir trabajando si el cuerpo aguanta, es decir, si son seguras, y viales técnica y económicamente. Legalmente, no existe una fecha fija de cierre.
Cerrar centrales es un problema con tintes políticos, pero debería ser sólo técnico y económico
El concepto de vida útil solo es una referencia para determinar el valor en uso de las instalaciones o sus procesos de amortización. También para fijar sus garantías de funcionamiento. Pasados esos límites, los fabricantes de los equipos se eximen de responsabilidad en caso de mal funcionamiento.
En el caso de las nucleares, la vida útil es de 40 años, y en el de las de carbón, 65. A partir de ahí, surge la primera discrepancia del sector. Cada empresa tiene distintos baremos. Endesa decidió ampliar a 50 años la vida útil de sus centrales atómicas. Iberdrola la mantiene en 40 años. Este grupo tiene una vida asignada a sus centrales térmicas convencionales de entre 25 y 50 años. Endesa les da entre 25 y 59 años. La paradoja es que una misma central, en cuyo accionariado están ambas empresas, puede tener dos vidas útiles distintas. Aunque el debate suele centrarse en las centrales nucleares, son las de carbón las más antiguas. A algunas, de hecho, ya les ha vencido su vida útil original (Aboño, parte de Compostilla, Lada y otras). Entre 2019 y 2022 les vence a todas las demás.
Algunas nucleares tienen vida útil hasta 2028. Las centrales de ciclo combinado pueden seguir hasta 2031. Y las hidráulicas podría seguir más allá de 2050.
2020, otra fecha clave
En el caso del carbón, además, hay otra fecha clave: 2020. Ese año, deben adaptarse a la normativa de emisiones de Europa. La jubilación masiva de centrales, igual que la jubilación de las personas, presenta un problema económico: quién la paga. El cierre de las nucleares costaría 14.000 millones, 9.000 millones más de los fondos que tiene Enresa para desmantelamiento. El coste del cierre de las térmicas, de las que viven regiones enteras, es incalculable. El hecho de seguir abiertas no es mejor.
Tanto nucleares como carbón necesitarían al menos 6.000 millones de inversión para seguir funcionando con seguridad y cumpliendo la normativa de emisiones. Lo que es un problema puramente técnico y financiero, que necesita un Pacto de Estado, se ha disfrazado, sin embargo, como problema político, con anuncios más o menos efectistas. Teresa Ribera, ministra de Transición Ecológica, ha dado por hecho el futuro cierre de nucleares y carbón, pero sin establecer un procedimiento, alternativa o fecha concreta. Miguel Arias Cañete, comisario de Energía y Acción por el Clima, del PP, por su parte, ha empezado a criticar a Ribera porque puede solapar el cierre del carbón y nucleares o por querer cerrar éstas de golpe, lo que dificultaría la reducción de emisiones a España.
10 claves para entender la encrucijada eléctrica
1 La edad no perdona. Cada tecnología tiene una vida útil estándar asignada. En el caso del carbón, son 35 años. En las nucleares son 40. Los ciclos combinados de gas son 25 años y las hidráulicas, 65. Cada eléctrica puede, desde el punto de vista financiero, extender la vida útil, pero técnicamente la edad no perdona y las centrales deben cumplir unos requisitos.
2 La quinta de los años 60. Entre 2019 y 2028 cumplen su vida útil todas las centrales de carbón y nucleares que siguen operativas, construidas con el desarrollismo económico de los años 60 y posteriores. Hay centrales de carbón que datan de 1965 (Compostilla) y 1984 (Narcea). La nuclear más antigua es Almaraz, de 1981, y la más joven Vandellós II (1987).
3 Carbón, peor que nuclear. Aunque las nucleares centran el debate, la edad de jubilación de las centrales de carbón es un problema mayor. Algunas ya han cumplido con creces su vida útil. Otras están valorando si acometen o no multimillonarias inversiones para cumplir con la normativa de emisiones europea antes del año 2020.
4 Poca potencia produce más. Dentro del mix energético de potencia instalada, las centrales de carbón y nucleares tienen un peso relativamente modesto. Suponen menos del 10% de la potencia instalada, con poco más de 10.000 megavatios en total. El problema es que producen más luz que otras, al suponer más del 30% de toda la electricidad que se genera en el país.
5 No hay dinero en Enresa. La empresa estatal Enresa tiene asignada la función de desmantelar las nucleares y gestionar residuos atómicos. Las eléctricas aportan dinero cada año a un fondo que gestiona Enresa para ese fin. El fondo tiene 5.300 millones, pero cerrar todo el parque nuclear costaría 14.200 millones. Faltan 9.000 millones que no se sabe quien pagaría.
6 Más allá de la luz. El problema del cierre de las centrales nucleares y de carbón va mucho más allá de ámbito energético. Muchas de las centrales están en entornos rurales o con gran arraigo industrial. Hay algunas instalaciones, tanto atómicas como de carbón, que suponen el gran motor económico, por no decir el único, de comarcas o regiones enteras.
7 Sin futuro no hay inversión. Todas las grandes eléctricas, Endesa, Iberdrola, Naturgy (la antigua Gas Natural Fenosa), Viesgo y EDP, están a la espera de que se despeje regulatoriamente el futuro de las centrales para decidir si invierten más o no en ellas. El problema no son solo las nucleares o las de carbón. Afecta también a la retribución de las de gas (ciclos combinados).
8 Devaluación de activos. La entrada de instalaciones de renovables está presionando a las centrales de carbón y las nucleares. Se cierren o no, esa presión les hace perder valor. Así lo ha recogido Naturgy, que ha devaluado el valor en libros de sus activos en 4.900 millones de euros. El mercado mira con lupa qué harán Iberdrola y Endesa.
9 Si hay política no hay pacto. El sector energético, posiblemente más que ningún otro, se presta a la politización. Tanto PP como PSOE y otros partidos han alzado alguna bandera, procarbón, antinuclear, prorenovables, etcétera. La ideología partidista no combina bien con la búsqueda de soluciones globales para el sector, que sigue necesitando un Pacto de Estado sin color político.
10 El arte de los anuncios. Tras el anterior ministro de Energía, Álvaro Nadal, ha llegado la nueva ministra Teresa Ribera del ahora rebautizado como ministerio de Transición Ecológica. Si Nadal se caracterizó por su enfrentamiento con gran parte del sector, Ribera se está destacando por grandes anuncios, pero sin concreción.